sábado, 16 de mayo de 2015

MEMORIA, CONOCIMIENTO, IDENTIDAD




MEMORIA, CONOCIMIENTO, IDENTIDAD


 "Solo se puede narrar verdaderamente el pasado como es, no como era.
Ya que rememorar el pasado es un acto social del presente."
Immanuel Wallerstein



Este 2015 es año de conmemoraciones. Recordamos los doscientos años del tardío levantamiento en 1815 del Brigadier del ejército colonial español Mateo Pumacahua, y el fusilamiento de su secretario de guerra, el poeta  Mariano Melgar. Tardío porque 35 años antes, fiel al Virrey Agustín de Jáuregui, en 1780 combatió e hizo fracasar el levantamiento de Túpac Amaru II, aplicando medidas de pacificación y escarmiento de barbaridad inigualable.



Se cumplen también cien años del levantamiento en 1915 del Mayor Teodomiro Gutiérrez (Rumi Maki) en Huancané y Azángaro, que se extendió por toda la región del Altiplano y cuya pacificación significó el exterminio de cien mil indígenas puneños. Fue la represión más brutal después de la derrota de Túpac Amaru II.

Pese a la violencia institucional ejercida para contener las demandas de los pueblos indígenas, las luchas por la tierra y por un lugar donde habitar en la ciudad, pasaron al primer plano del escenario político nacional a partir de la segunda mitad del pasado siglo. Con este paisaje de fondo y las depresiones generados por las promesas incumplidas, las reformas fracasadas, los privilegios abusivos, la prosperidad falaz, las constantes frustraciones, corrupción y violencia, se fue conformando el sinuoso cauce por el que discurrió la historia del Estado peruano en los últimos cincuenta años. 

La persistencia del masivo fusilico que dio origen al mestizaje peruano, alienta la aculturación y promueve las trampas legales con las que se continúa con el despojo y las viejas formas de dominación, revestidas hoy de “inversión para el desarrollo, gobernabilidad e inclusión social”. Un claro ejemplo es el cambio de denominación de las antiguas comunidades indígenas llamadas hoy “campesinas”[1] que por tal razón, están excluidas del derecho de autonomía (Consulta Previa) para el uso de sus territorios.

La doctrina basada en la tesis de “El fin de la historia y el último hombre” – del politólogo usamericano de origen japonés, Francis Fukuyama, se ha empeñado en borrar las memorias de los pueblos, proclamando el triunfo de “la civilización contra la barbarie” vendiendo la ilusión de un “presente perpetuo” frente al que no existiría  alternativa posible.

Pero la realidad es siempre contumaz frente a todo intento de reducirla a la visión de los vencedores, invasores y dominadores. Los vencidos --no dominados-- en dura lucha de resistencia, han demostrado siempre ser como los muertos de Don Juan Tenorio: Gozan de buena salud!

Eso es lo que está pasando con los pueblos indígenas andino amazónicos, 480 años después de la invasión cristiana y la fundación del Perú. Los vencidos de entonces y hasta hoy, “Siguen siendo” aun cuando su Visión no aparezca todavía para terciar en la discusión sobre su destino y el Estado que los represente. Pero se hacen ya evidentes, cada vez con mayor fuerza. Demetrio Rendón Willka se está encarnando en las luchas de Conga, Pichanaki, Bagua o Islay.

En el Perú, la vieja idea del Estado como “constructor de la nación” sigue prisionera de su matriz criolla colonial. El debate se da entre las posturas de la “inclusión” (izquierda) y de la “estabilidad”(derecha)sin reconocer ni aceptar la autonomía de los pueblos indígenas. Lo que obliga a luchar por la postura del “reordenamiento histórico”. Un debate reciente, ilustra esta afirmación.

Dice Matos Mar que “Durante dos siglos de vida republicana, el Perú ha vivido una dolorosa fractura entre estado y nación”[2]. Señalando que la nación peruana se encuentra en un proceso de gestación, con mesurado optimismo apuesta por la emergencia de los sectores populares como impulsora de la identidad nacional. Esta visión se inscribe en esa línea de pensamiento que nos habla de la existencia de un “Perú profundo” (Jorge Basadre) o de un “Verdadero Perú” (Manuel Gonzales Prada). Cuidándose de dejar en claro su pretensión de equidistancia con los “pututos del encono” y el “abuelo corregidor”[3].

Por su parte, Felipe Ortiz de Zevallos[4] nos ofrece la mirada de la estabilidad, que da prioridad a las “instituciones, estado de derecho y el imperio de la ley”, señalando que la debilidad de la base social peruana es resultado de las derrotas de las rebeliones de indígenas y mestizos anteriores a la independencia. Sin cuestionarse su exclusión en el posterior orden republicano, recurre a  comparar el proceso peruano  con la independencia de los Estados Unidos, obviando el hecho de que esa nación se construyó sobre el  exterminio de la población originaria. Podemos advertir que su silencio dice más de lo que afirman  sus palabras: Los colonos de  allá  hicieron una limpieza étnica que aquí no se  ha terminado (todavía). Esta visión es heredera del pensamiento del primer Gonzalo (Pizarro), pues considera a los colonizadores como los exclusivos forjadores de la nacionalidad, lo anterior es pasado o “utopía arcaica”. Toman partido por el “abuelo corregidor”.

La tercera visión podría inferirse desde la advertencia que hace Matos Mar[5]: “El reto del bicentenario es aprender de la gran hazaña histórica del Otro Perú olvidado y discriminado, pobre y rural, serrano y amazónico, que decidió migrar a la costa para modernizarse, al margen de los gobiernos.… dando origen pacíficamente a un cambio estructural, demográfico y cultural…” apreciación que también puede mirarse, en la perspectiva de Demetrio Rendón Willka, como un proceso de aprendizaje para su Autonomía y su Autodeterminación, puesto que, esa capacidad de resistencia organizada se apoya en sus tradiciones milenarias de reciprocidad y cooperación, distintas del individualismo competitivo de la modernidad colonial. Ello sería posible en la medida en que la Recuperación de la Memoria y su Reflexión, generen la conciencia necesaria para orientarnos en este mundo que se está transformando aceleradamente.

Las formaciones sociales y las estructuras mentales que producen son análogas a las formaciones geológicas. Sus fracturas internas funcionan como la tectónica de placas, cuya dinámica genera sismos de  intensidad variable que puede llegar hasta grandes cataclismos que terminan reconfigurando su geografía.

En esos términos, las fracturas que atraviesan la existencia social de los peruanos corresponden a la discontinuidad en la estructura mental subsistente desde su cristianización. El terrorismo evangelizador aplicado mediante la “extirpación de idolatrías” y las “Reducciones indígenas” constituyó un eficaz “lavado cerebral” con el que los mestizos nacidos después de la invasión, fueron despojados de su identidad; sin raíces y por lo tanto, sin horizonte, quedaron subordinados a la mentalidad colonial.

Las ordenanzas toledanas de prohibir todo derecho a los indios “idólatras, infieles y hechiceros” siguen vigentes  como instrumento de control en el pensamiento criollo dominante, expresándose claramente en la degradación de los seres humanos (los indios son llamas) que permite no solo despojarlos de sus derechos ciudadanos sino exterminarlos sin remordimiento ni reparación alguna: Los desaparecidos y muertos de la guerra interna siguen esperando justicia. Los herederos de la milenaria civilización andina, llamados “indios” o “serranos” por la dominante cultura occidental, constituyen hoy ese vasto movimiento, plural y diverso, que escapa a todos los encuadramientos y manipulaciones con que todas las instancias del poder intentan someterlos a su visión.

"La existencia social de los peruanos –dice  Aníbal Quijano—tiene una historia extensa, intensa, extraña y trágica". Su historia es la historia de la colonialidad: del poder (racialización de las diferencias como base del poder) , del saber (descalificación de los saberes no occidentales) y del ser (imposición de un lenguaje que los subordina e incapacita para un desarrollo autónomo). La modernidad que comenzó con la invasión cristiana de nuestro continente, ha sido un largo y permanente proceso de guerra y de conquista, cuyo reverso es la colonialidad. Esto es, un patrón de poder basado en la codificación de las diferencias entre conquistadores y conquistados a partir de la idea de “raza”, que articula sobre esa base, la explotación del trabajo, la producción de conocimiento, el ejercicio de la autoridad y las relaciones intersubjetivas, produciendo un discurso y una práctica que predica la inferioridad natural de los sujetos colonizados y la libre disposición de la naturaleza como materia prima para la producción de bienes, sirviéndose de una ciencia y una técnica que refuerza la depredación y contaminación de la naturaleza así como la subordinación de los que considera seres inferiores y prescindibles.[6]      

El Estado nación que en el Perú se reclama unitario, desconoce a muchos peruanos su calidad de ciudadanos. Conflictos como los de Pichanaki, Espinar, Conga, Bagua, Islay, entre muchos otros, expresan exactamente lo mismo: Un Estado sin ciudadanos y ciudadanos sin nación, cuya existencia sin raíces produce lo que Augusto Salazar Bondy[7] llamaba una identidad nacional descentrada. El desconocimiento persiste con la negación, ocultamiento, falsificación o desprecio por la historia. Y ello ocurre de una manera tan natural que lo desconocido queda como tal por ser inútil, accesorio o prescindible. Ese desconocimiento ha sido naturalizado e incorporado a la actividad del conocer.

La educación propuesta desde el Estado sigue prisionera de su matriz colonial-criolla republicana por ser responsable de la masiva aculturación que relega a las diversas manifestaciones culturales distintas de la visión criolla al plano de lo folklórico o a los museos, como algo que “ya fue”, “Utopía arcaica” – como sostiene el premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa, imponiendo lo que considera valioso, lo que debe aprenderse y lo que debe descartarse. El sentido común dominante en el vértice de la pirámide social peruana y especialmente, en la dirección del Estado, adolece de “pensamiento abismal”[8].

Ello nos recuerda la responsabilidad de los docentes con relación al conocimiento de nuestra historia y la formación de nuestra identidad. El Conocimiento y la Memoria necesitan integrarse para superar el antagonismo de las visiones contrapuestas que dificultan el diálogo y la reconciliación.

Necesitamos recuperar muchas otras memorias que se integren en una misma corriente descolonizadora, con la memoria de los pueblos indígenas y sus luchas por su territorio y su cultura: La memoria de los afro descendientes con sus cimarrones y sus palenques; de los coolies y sus rebeliones; del movimiento obrero, del movimiento estudiantil, de las Universidades Populares, y de tantas otras fuerzas que pugnan por construir  un horizonte alternativo al que nos ofrece esta modernidad colonial.

En esta línea de pensamiento debemos tener claro que, la mera recordación y conmemoración de hechos históricos decisivos no es suficiente. Para que tenga éxito la recuperación, rehabilitación e integración de memorias históricas, que fortalezcan la identidad y la autoestima de todos y cada uno de los peruanos en el s. XXI, se requiere contar con materiales, procedimientos y métodos adecuados a disposición de quienes trabajen con las nuevas generaciones en el diario educar.  En las condiciones actuales, la batalla por liberar al conocimiento de su herencia colonial es fundamental. Construir una economía al servicio de la vida; afirmar una ciencia y una técnica amigable con la naturaleza; y reconstituir el vínculo social sobre la base de la cooperación y la reciprocidad, requiere liberar al Ser de su herencia colonial[9].

El periodo de la modernidad (colonial) con todo su despliegue de ciencia y tecnología ha sido tipificado como “Civilizacion Tipo 0”, según la escala de civilizaciones de Nikolai Kardashev[10] porque solo es capaz de aprovechar una fracción de la energía disponible en el planeta comparada con la posibilidad de su aprovechamiento eficiente y total, limitación que está condicionada por su espíritu competitivo, tendencia belicista y vocación autodestructiva.

Nuestras respuestas y las alternativas que de ellas se deriven, requieren partir no de una violencia simétrica a la aplicada por los extirpadores de idolatrías sino de un análisis y comprensión de la realidad que produzcan un nuevo conocimiento y una nueva actitud. Rechazamos una solución colonial al problema indígena. Proponemos una Solución Indígena que pasa por recuperar, validar y actualizar el conocimiento alcanzado por nuestra milenaria Civilizacion Andina[11], construyendo la Civilizacion Tipo I – Solar, postulada por Kardashev y difundida por Michio Kaku (2014), para lo que se requiere de un amplio despliegue y movilización de capacidades creativas, liderada por los docentes e implementada en las comunidades educativas, para abrir el camino hacia ese otro horizonte que esperamos todos.

Es hora de pasar a la acción.

Calixto Garmendia

Lima, 05 de marzo del 2015


[1] Decreto Ley 17716, Ley de Reforma Agraria, 24 de junio de 1969
[2] José Matos Mar, “El desborde popular y el Bicentenario”, El Comercio, 01 de marzo del 2015
[3][3] Jorge Basadre, “Meditaciones sobre el destino histórico del Perú”, Lima, Ed. Huascarán, 1947
[4] Felipe Ortiz de Zevallos, “A doscientos años, ¿de qué?”, El Comercio, 08 de marzo del 2015
[5] José Matos Mar, Ib. Id.
[6] Nelson Maldonado-Torres, “Sobre la colonialidad del Ser: Contribuciones al desarrollo de un concepto”
[7] Augusto Salazar Bondy, “Entre Escila y Caribdis – Lima 1973 - INC
[8]Boaventura de Souza Santos, “Para descolonizar Occidente: Mas allá del pensamiento abismal”, FLACSO, 2014
[9]Quijano A. (1998 ) Colonialidad del Poder, Cultura y Conocimiento en América Latina. En Anuario Mariateguiano. Lima, Vol. IX, Nº 9; (2000) La Colonialidad del Saber: Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires, CLACSO-UNESCO; y, (2001) Colonialidad del poder, globalización y democracia. www.urbared.ungs.edu.ar/textos/aquijano.doc.

[10] Kardashev, N.S., "Transmission of information by extraterrestrial civilizations", SOVIET ASTRONOMY, 8, 217, (1964)
[11] P. R. Aco Cataldo, “Mentes misteriosas: A. Einstein, J.C. Tello y Santiago Antunez de Mayolo, K.C. Lima-Peru, 2005. Ver también del mismo autor, sus trabajos sobre ingeniería psíquica y modelos de conocimiento.