MEMORIA, CONOCIMIENTO,
IDENTIDAD
"Solo se puede narrar verdaderamente el pasado como es, no como era.
Ya que rememorar el pasado es un acto social del presente."
Immanuel Wallerstein
Este 2015 es año de conmemoraciones. Recordamos los
doscientos años del tardío levantamiento en 1815 del Brigadier del ejército
colonial español Mateo Pumacahua, y el fusilamiento de su secretario de guerra,
el poeta Mariano Melgar. Tardío porque 35 años antes, fiel al Virrey Agustín
de Jáuregui, en 1780 combatió e hizo fracasar el levantamiento de Túpac Amaru
II, aplicando medidas de pacificación y escarmiento de barbaridad inigualable.
Se cumplen también cien años del levantamiento en
1915 del Mayor Teodomiro Gutiérrez (Rumi Maki) en Huancané y Azángaro, que se
extendió por toda la región del Altiplano y cuya pacificación significó el
exterminio de cien mil indígenas puneños. Fue la represión más brutal después
de la derrota de Túpac Amaru II.
Pese a la violencia institucional ejercida para
contener las demandas de los pueblos indígenas, las luchas por la tierra y por
un lugar donde habitar en la ciudad, pasaron al primer plano del escenario
político nacional a partir de la segunda mitad del pasado siglo. Con este
paisaje de fondo y las depresiones generados por las promesas incumplidas, las
reformas fracasadas, los privilegios abusivos, la prosperidad falaz, las
constantes frustraciones, corrupción y violencia, se fue conformando el sinuoso
cauce por el que discurrió la historia del Estado peruano en los últimos
cincuenta años.
La persistencia del masivo fusilico que dio origen
al mestizaje peruano, alienta la aculturación y promueve las trampas legales
con las que se continúa con el despojo y las viejas formas de dominación,
revestidas hoy de “inversión para el desarrollo, gobernabilidad e inclusión
social”. Un claro ejemplo es el cambio de denominación de las antiguas
comunidades indígenas llamadas hoy “campesinas”[1] que por
tal razón, están excluidas del derecho de autonomía (Consulta Previa) para el
uso de sus territorios.
La doctrina basada en la tesis de “El fin de la
historia y el último hombre” – del politólogo usamericano de origen japonés,
Francis Fukuyama, se ha empeñado en borrar las memorias de los pueblos,
proclamando el triunfo de “la civilización contra la barbarie” vendiendo la
ilusión de un “presente perpetuo” frente al que no existiría alternativa posible.
Pero la realidad es siempre contumaz frente a todo
intento de reducirla a la visión de los vencedores, invasores y dominadores.
Los vencidos --no dominados-- en dura lucha de resistencia, han demostrado
siempre ser como los muertos de Don Juan Tenorio: Gozan de buena salud!
Eso es lo que está pasando con los pueblos
indígenas andino amazónicos, 480 años después de la invasión cristiana y la
fundación del Perú. Los vencidos de entonces y hasta hoy, “Siguen siendo” aun
cuando su Visión no aparezca todavía para terciar en la discusión sobre su
destino y el Estado que los represente. Pero se hacen ya evidentes, cada vez
con mayor fuerza. Demetrio Rendón Willka se está encarnando en las luchas de
Conga, Pichanaki, Bagua o Islay.
En el Perú, la vieja idea del Estado como
“constructor de la nación” sigue prisionera de su matriz criolla colonial. El
debate se da entre las posturas de la “inclusión” (izquierda) y de la
“estabilidad”(derecha)sin reconocer ni aceptar la autonomía de los pueblos
indígenas. Lo que obliga a luchar por la postura del “reordenamiento histórico”.
Un debate reciente, ilustra esta afirmación.
Dice Matos Mar que “Durante dos siglos de vida republicana, el Perú ha vivido una dolorosa
fractura entre estado y nación”[2]. Señalando que la nación
peruana se encuentra en un proceso de gestación, con mesurado optimismo apuesta
por la emergencia de los sectores populares como impulsora de la identidad
nacional. Esta visión se inscribe en esa línea de pensamiento que nos habla de
la existencia de un “Perú profundo” (Jorge Basadre) o de un “Verdadero Perú”
(Manuel Gonzales Prada). Cuidándose de dejar en claro su pretensión de
equidistancia con los “pututos del encono” y el “abuelo corregidor”[3].
Por su parte, Felipe Ortiz de Zevallos[4] nos ofrece la
mirada de la estabilidad, que da prioridad a las “instituciones, estado de
derecho y el imperio de la ley”, señalando que la
debilidad de la base social peruana es resultado de las derrotas de las
rebeliones de indígenas y mestizos anteriores a la independencia. Sin
cuestionarse su exclusión en el posterior orden republicano, recurre a comparar el proceso peruano con la independencia de los Estados Unidos,
obviando el hecho de que esa nación se construyó sobre el exterminio de la población originaria. Podemos
advertir que su silencio dice más de lo que afirman sus palabras: Los colonos de allá hicieron una limpieza étnica que aquí no
se ha terminado (todavía). Esta visión
es heredera del pensamiento del primer Gonzalo (Pizarro), pues considera a los
colonizadores como los exclusivos forjadores de la nacionalidad, lo anterior es
pasado o “utopía arcaica”. Toman partido por el “abuelo corregidor”.
La tercera visión podría inferirse desde la
advertencia que hace Matos Mar[5]: “El reto del bicentenario es aprender de la
gran hazaña histórica del Otro Perú olvidado y discriminado, pobre y rural,
serrano y amazónico, que decidió migrar a la costa para modernizarse, al margen
de los gobiernos.… dando origen pacíficamente a un cambio estructural,
demográfico y cultural…” apreciación que también puede mirarse, en la
perspectiva de Demetrio Rendón Willka, como un proceso de aprendizaje para su
Autonomía y su Autodeterminación, puesto que, esa capacidad de resistencia
organizada se apoya en sus tradiciones milenarias de reciprocidad y
cooperación, distintas del individualismo competitivo de la modernidad
colonial. Ello sería posible en la medida en que la Recuperación de la Memoria
y su Reflexión, generen la conciencia necesaria para orientarnos en este mundo
que se está transformando aceleradamente.
Las formaciones sociales y las estructuras mentales
que producen son análogas a las formaciones geológicas. Sus fracturas internas
funcionan como la tectónica de placas, cuya dinámica genera sismos de intensidad variable que puede llegar hasta
grandes cataclismos que terminan reconfigurando su geografía.
En esos términos, las fracturas que atraviesan la
existencia social de los peruanos corresponden a la discontinuidad en la estructura
mental subsistente desde su cristianización. El terrorismo evangelizador
aplicado mediante la “extirpación de idolatrías” y las “Reducciones indígenas”
constituyó un eficaz “lavado cerebral” con el que los mestizos nacidos después
de la invasión, fueron despojados de su identidad; sin raíces y por lo tanto,
sin horizonte, quedaron subordinados a la mentalidad colonial.
Las ordenanzas toledanas de prohibir todo derecho a
los indios “idólatras, infieles y hechiceros” siguen vigentes como instrumento de control en el pensamiento
criollo dominante, expresándose claramente en la degradación de los seres
humanos (los indios son llamas) que
permite no solo despojarlos de sus derechos ciudadanos sino exterminarlos sin
remordimiento ni reparación alguna: Los desaparecidos y muertos de la guerra
interna siguen esperando justicia. Los herederos de la milenaria civilización
andina, llamados “indios” o “serranos” por la dominante cultura occidental,
constituyen hoy ese vasto movimiento, plural y diverso, que escapa a todos los
encuadramientos y manipulaciones con que todas las instancias del poder
intentan someterlos a su visión.
"La existencia social de los peruanos
–dice Aníbal Quijano—tiene una historia
extensa, intensa, extraña y trágica". Su historia es
la historia de la colonialidad: del poder (racialización de las diferencias
como base del poder) , del saber (descalificación de los saberes no
occidentales) y del ser (imposición de un lenguaje que los subordina e
incapacita para un desarrollo autónomo). La modernidad que comenzó con la
invasión cristiana de nuestro continente, ha sido un largo y permanente proceso
de guerra y de conquista, cuyo reverso es la colonialidad. Esto es, un patrón
de poder basado en la codificación de las diferencias entre conquistadores y
conquistados a partir de la idea de “raza”, que articula sobre esa base, la
explotación del trabajo, la producción de conocimiento, el ejercicio de la
autoridad y las relaciones intersubjetivas, produciendo un discurso y una
práctica que predica la inferioridad natural de los sujetos colonizados y la
libre disposición de la naturaleza como materia prima para la producción de
bienes, sirviéndose de una ciencia y una técnica que refuerza la depredación y
contaminación de la naturaleza así como la subordinación de los que considera
seres inferiores y prescindibles.[6]
El Estado nación que en el Perú se reclama unitario,
desconoce a muchos peruanos su calidad de ciudadanos. Conflictos como los de
Pichanaki, Espinar, Conga, Bagua, Islay, entre muchos otros, expresan
exactamente lo mismo: Un Estado sin
ciudadanos y ciudadanos sin nación, cuya existencia sin raíces produce lo
que Augusto Salazar Bondy[7] llamaba una identidad nacional descentrada. El
desconocimiento persiste con la negación, ocultamiento, falsificación o
desprecio por la historia. Y ello ocurre de una manera tan natural que lo
desconocido queda como tal por ser inútil, accesorio o prescindible. Ese
desconocimiento ha sido naturalizado e incorporado a la actividad del conocer.
La educación propuesta desde el Estado sigue
prisionera de su matriz colonial-criolla republicana por ser responsable de la
masiva aculturación que relega a las diversas manifestaciones culturales
distintas de la visión criolla al plano de lo folklórico o a los museos, como
algo que “ya fue”, “Utopía arcaica” – como sostiene el premio nobel de
literatura Mario Vargas Llosa, imponiendo lo que considera valioso, lo que debe
aprenderse y lo que debe descartarse. El sentido común dominante en el vértice
de la pirámide social peruana y especialmente, en la dirección del Estado,
adolece de “pensamiento abismal”[8].
Ello nos recuerda la responsabilidad de los docentes
con relación al conocimiento de nuestra historia y la formación de nuestra
identidad. El Conocimiento y la Memoria necesitan integrarse para superar el
antagonismo de las visiones contrapuestas que dificultan el diálogo y la reconciliación.
Necesitamos recuperar muchas otras memorias que se
integren en una misma corriente descolonizadora, con la memoria de los pueblos
indígenas y sus luchas por su territorio y su cultura: La memoria de los afro
descendientes con sus cimarrones y sus palenques; de los coolies y sus
rebeliones; del movimiento obrero, del movimiento estudiantil, de las
Universidades Populares, y de tantas otras fuerzas que pugnan por
construir un horizonte alternativo al
que nos ofrece esta modernidad colonial.
En esta línea de pensamiento debemos tener claro
que, la mera recordación y conmemoración de hechos históricos decisivos no es
suficiente. Para que tenga éxito la recuperación, rehabilitación e integración
de memorias históricas, que fortalezcan la identidad y la autoestima de todos y
cada uno de los peruanos en el s. XXI, se requiere contar con materiales, procedimientos
y métodos adecuados a disposición de quienes trabajen con las nuevas
generaciones en el diario educar. En las
condiciones actuales, la batalla por liberar al conocimiento de su herencia
colonial es fundamental. Construir una economía al servicio de la vida; afirmar
una ciencia y una técnica amigable con la naturaleza; y reconstituir el vínculo
social sobre la base de la cooperación y la reciprocidad, requiere liberar al Ser
de su herencia colonial[9].
El periodo de la modernidad (colonial) con todo su
despliegue de ciencia y tecnología ha sido tipificado como “Civilizacion Tipo
0”, según la escala de civilizaciones de Nikolai Kardashev[10] porque
solo es capaz de aprovechar una fracción de la energía disponible en el planeta
comparada con la posibilidad de su aprovechamiento eficiente y total, limitación que está condicionada
por su espíritu competitivo, tendencia belicista y vocación autodestructiva.
Nuestras respuestas y las alternativas que de ellas
se deriven, requieren partir no de una violencia simétrica a la aplicada por
los extirpadores de idolatrías sino de un análisis y comprensión de la realidad
que produzcan un nuevo conocimiento y una nueva actitud. Rechazamos una
solución colonial al problema indígena. Proponemos una Solución Indígena que
pasa por recuperar, validar y actualizar el conocimiento alcanzado por nuestra
milenaria Civilizacion Andina[11],
construyendo la Civilizacion Tipo I – Solar, postulada por Kardashev y
difundida por Michio Kaku (2014), para lo que se requiere de un amplio
despliegue y movilización de capacidades creativas, liderada por los docentes e
implementada en las comunidades educativas, para abrir el camino hacia ese otro
horizonte que esperamos todos.
Es hora de pasar a la acción.
Calixto Garmendia
Lima, 05 de marzo del 2015
[1]
Decreto Ley 17716, Ley de Reforma Agraria, 24 de junio de 1969
[2]
José Matos Mar, “El desborde popular y el Bicentenario”, El Comercio, 01 de
marzo del 2015
[3][3] Jorge
Basadre, “Meditaciones sobre el destino histórico del Perú”, Lima, Ed.
Huascarán, 1947
[4]
Felipe Ortiz de Zevallos, “A doscientos años, ¿de qué?”, El Comercio, 08 de
marzo del 2015
[5]
José Matos Mar, Ib. Id.
[6]
Nelson Maldonado-Torres, “Sobre la colonialidad del Ser: Contribuciones al
desarrollo de un concepto”
[7]
Augusto Salazar Bondy, “Entre Escila y Caribdis – Lima 1973 - INC
[8]Boaventura
de Souza Santos, “Para descolonizar Occidente: Mas allá del pensamiento
abismal”, FLACSO, 2014
[9]Quijano
A. (1998 ) Colonialidad del Poder, Cultura y Conocimiento en América Latina. En
Anuario Mariateguiano. Lima, Vol. IX, Nº 9; (2000) La Colonialidad del Saber:
Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires,
CLACSO-UNESCO; y, (2001) Colonialidad del poder, globalización y democracia.
www.urbared.ungs.edu.ar/textos/aquijano.doc.
[10] Kardashev, N.S., "Transmission of information by extraterrestrial
civilizations", SOVIET ASTRONOMY, 8, 217, (1964)
[11]
P. R. Aco Cataldo, “Mentes
misteriosas: A. Einstein, J.C. Tello y Santiago Antunez de Mayolo, K.C.
Lima-Peru, 2005. Ver también del mismo autor, sus trabajos sobre ingeniería psíquica
y modelos de conocimiento.