martes, 15 de marzo de 2016

EL MIEDO EN EL PERU



INSEGURIDAD Y MIEDO


Los vientos de crisis que soplan sobre el escenario global y el desborde delincuencial que aquí amenaza la seguridad de las personas, hacen propicio el retorno de la lógica del terror, amparada en la amnesia proverbial de los peruanos. Con ella, el miedo se convierte en un eficaz instrumento de manipulación y control, que paraliza a los ciudadanos dificultándoles ver la descomposición social[1] y el laberinto sombrío en el que nos encontramos atrapados.     

Las estadísticas[2] muestran que la delincuencia ha crecido en relación directa con el crecimiento económico habido desde la última década del pasado siglo; pero también evidencian que la vinculación entre delincuencia y poder no es un hecho reciente, tal como lo muestra el trabajo del historiador de la economía,  Alfonso W. Quiroz[3]. La corrupción, el abuso y el crimen vinieron inscritos en el ADN de los encomenderos cristianos europeos que fundaron el Perú bajo el signo de la codicia.

La visión fragmentada de la realidad presenta los hechos desvinculados de la totalidad que conforma la existencia social de los peruanos, permitiendo su distorsión  y manipulación.

Esa visión fragmentada de la realidad podemos encontrarla en la conflictividad latente debajo de la idea del “progreso”, cuyos proyectos ocultan tanto la destrucción ambiental y del patrimonio cultural como la degradación de las condiciones de vida de las poblaciones que habitan en el entorno de los yacimientos o espacios codiciados. La magnitud de este daño no se hace visible debido a la ceguera causada por el mito de que “el Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”, que sigue siendo el sentido común dominante que nutre esa idea del “progreso”.

La incertidumbre vital, resultante de la precarización de las condiciones de existencia (trabajo, educación, salud, etc)que multiplica los riesgos y reduce las protecciones, es presentada como una “oportunidad” para el triunfo de los individuos competitivos, capaces de alcanzar el éxito a cualquier precio. La fiebre del “emprendedurismo” puede dar fe de ello.

La mercantilización del tiempo libre, que expropia los tiempos compartidos de los afectos, de los cuidados, de la vida familiar, erosionando la calidad de vida cuyo deterioro crece conforme crecen las aspiraciones de consumo y de mayor ingreso, conformando una espiral destructiva del entorno ambiental. Convergiendo con la reducción del tiempo familiar compartido, está el incremento de la densidad poblacional en el espacio físico de las viviendas; la desaparición de los espacios públicos de recreación y la proliferación de centros comerciales, que van de la mano con el incremento de sumideros conductuales (adicciones, pederastia, feminicidio, entre otros).

Si el futuro es hoy, este es el futuro al que nos ha traído esa idea del “progreso” impuesta bajo la lógica del capital. Nos interesa el futuro, porque es allí donde van a vivir nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Creemos necesario modificar radicalmente este presente, disipando temores y despejando el horizonte para construir un futuro diferente.

El miedo y la angustia crecen allí donde la precariedad y la incertidumbre son el pan de cada día[4]. Sin un ingreso que permita una calidad de vida acorde con nuestra dignidad humana, el miedo inducido cumple su función de ablandar resistencias y someter la voluntad de las personas. El miedo es un reflejo natural con el que los seres humanos  reaccionan ante situaciones de riesgo. En un individuo sano, el miedo puede ser un catalizador de sus potencialidades y la eficacia de su respuesta será mayor en la medida en que sea capaz de actuar cooperativamente con quienes se encuentran en condiciones semejantes[5]. Sin embargo, nuestra realidad ambiental cotidiana dista mucho de reunir las condiciones mínimas de salubridad. Según  la Organización Mundial de la Salud, la salud mental es “un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.[6].

El actual paradigma  de competitividad, excelencia y meritocracia forma predadores solitarios capaces de vender hasta su alma por lograr la ganancia inmediata, tener éxito y aparentar lo que no son. Esta “cultura logrera” , impuesta con una infraestructura educativa miserable, programas de estudios recortados y docentes en la más absoluta precariedad -en un país racista y excluyente-  viene mostrando sus resultados en la proliferación de pandillas, sicarios, traficantes de todo tipo y corrupción a todo nivel, que en palabras del Dr. Andrés Zevallos[7], prestigioso psiquiatra, configuran una epidemia de salud mental.

Las soluciones de “mano dura”  reflejan la  incapacidad del Estado peruano para conducir la formación de las futuras generaciones con  vocación democrática e identidad nacional. El Bicentenario de la república encontrará la educación nacional con un número muy reducido de instituciones educativas que cumplen con los estándares internacionales y una inmensa mayoría atrapada entre el espanto de sus carencias y las ilusiones de la publicidad.

Para salir de este laberinto necesitamos aprender a orientarnos  a partir de la recuperación de nuestra Memoria Histórica, para reconocer que esto no siempre fue así, que no todo está perdido y que de nosotros mismos depende remontar esta situación.

En las próximas ediciones de TARPUY, iremos discutiendo las siguientes cuestiones: ¿Qué es el Perú? ¿Existe el Perú como Nación? ¿Es el Perú Chicha una alternativa consistente y viable frente al Perú criollo colonial? ¿Hasta cuándo persistirá la herencia del primer Gonzalo?

Calixto Garmendia

Lima, marzo 2016





[1] SOCIEDAD DESCOMPUESTA, Francisco Durand, 04/09/2015, Semanario “Hildebrandt en sus trece”
[3] “La historia de la corrupción en el Perú”, Alfonso W. Quiroz, IEP, 2013
[4] LAS AMARRAS DE LA ANGUSTIA,  Aracelly Fuentes, 08/10/2014, http://divaneos.com/las-amarras-de-la-angustia/
[5] EL MIEDO COMO INSTRUMENTO DE PRESION,  Xabier F. Coronado, http://www.jornada.unam.mx/2011/10/30/sem-xabier.html