LA EXTIRPACIÓN DE IDOLATRÍAS CONTINÚA
"Dicen que no sabemos nada, que somos el atraso,
que nos han de cambiar la cabeza por otra mejor..."
LLAMADO A ALGUNOS DOCTORES
J. M. Arguedas
Dicen los libros de historia que
aquí, en nuestro territorio y antes de que llegaran los cristianos europeos,
existió una cultura andina que alcanzó grandes logros “…cuyo dominio ambiental autoregulado demandó a nuestros antepasados más
de 5,000 años de experimentación y proveyó otros 5,000 años de aprovechamiento
y desarrollo a costos y beneficios sostenibles e inclusivos hasta 1532”[1].
¿Qué es lo que ha tenido que ocurrir para que, 500 años después de iniciado el
proceso civilizador cristiano occidental nos encontremos como hoy lo estamos?
La invasión cristiana europea puso nuestro mundo de revés no solo por la dominación colonial que impuso una jerarquía de base racial sino, por la imposición de un permanente conflicto entre la realidad y nuestra conciencia a través de la "extirpación de idolatrías", conocida después como "evangelización", escindiendo nuestro ser entre lo que realmente somos y lo que ellos dicen que deberíamos ser.
Se dice que constituimos una
nación, que somos una república, que vivimos en un régimen democrático. Pero
seguimos siendo un territorio parcelado, una sociedad fracturada y desigual,
donde la mayoría sobrevive a duras penas y los grupos privilegiados quieren más
poder; con miradas e intereses en conflicto, siempre gobernados por “hortelanos blancoides” que
tratan como “perros” a la mayoría de sus ciudadanos. ¿Qué tipo de nación es el
Perú?
En
la anterior edición de Tarpuy nos preguntábamos: ¿Qué es el Perú? ¿Quiénes son
los peruanos?, preguntas que adquieren sentido cuando se hacen desde el lugar
que ocupa el ciudadano de “a pie”, sin derechos, que trabaja, produce y se realiza en la
informalidad –urbana o rural- despojado constantemente de sus medios de vida,
acosado por la autoridad y que solo cuenta como dato estadístico para las
ofertas de mercado o para votar en elecciones.
Un
balance ilustrativo del primer centenario de vida republicana se resume bien en
“Cien años de vida perdularia”[2] que es una sátira de esa
atmósfera de fanatismo, ignorancia, ociosidad, ambiciones y corrupción en que
transcurrió, terminando en la “república aristocrática”, reemplazada por el
proyecto de la “Patria nueva” que llegó de la mano de las inversiones
extranjeras en minería e infraestructura, prometiendo modernidad y desarrollo.
EL COMERCIO, 07 de diciembre del 2019
“Perú,
país minero” ha sido desde entonces, el sustento de esa “ideología del
desarrollo” que mediante inversiones extranjeras y obras de infraestructura,
han vertebrado la vida nacional. La Oroya, Cerro de Pasco, sus inmensas pampas, el río Mantaro y las lagunas de las
alturas de Junín sin vida, por los humos y residuos de la fundición, son elocuentes testigos de lo que las inversiones mineras han
significado para la naturaleza y para nuestra población.
Al
acercarnos al bicentenario, vemos como los mismos viejos problemas de
dominación, explotación y exclusión siguen siendo lo característico de nuestro
paisaje social.
¿Cómo
pensar un país desbordado por la delincuencia cotidiana que crece al amparo de autoridades corruptas y de una
justicia prostituida?, ¿Cómo entender a esa élite que dirige al país, mirando por encima y desde lejos a quienes no
son de su condición?
Es este ambiente de violencia y
desorden el medio propicio para imponer las políticas de despojo que hemos
visto desplegarse a lo largo de nuestra historia. La manipulación y el miedo como
instrumentos para anular nuestra capacidad de reflexión y respuesta, conduciéndonos
a una situación de desgobierno, incertidumbre y de “sálvese quien pueda”.
En los versos finales de “Los
nueve monstruos” Vallejo se preguntaba: “Señor
ministro de salud, ¿Qué hacer?” y a pesar de que su respuesta ha sido
repetida en innumerables actos oficiales, las autoridades del Estado han sido
incapaces de entender su significado. Queda pues, en manos de los jóvenes que
hoy se acercan a su lectura, asumir la responsabilidad que demandaba el poeta.
¿Y que puede significar para
nosotros ese “Hay, hermanos, muchísimo
que hacer”? Desde el ámbito de la educación pública necesitamos reconocer
en que situación nos encontramos, hacia donde queremos ir y que es lo que
podemos hacer.
El estado de la educación y de la salud pública, así como de las
obras y servicios directamente vinculados con la calidad de vida de las
personas, constituyen una eficaz radiografía de la exclusión, explotación y
dominación que señalamos como lo más característico de nuestro paisaje
social.
¿Podría alguien cuestionar seriamente la naturaleza excluyente y
violenta de la realidad social en el Perú? Sin embargo, en los discursos
oficiales se sigue contando una historia que no es la nuestra, constituyéndose
así en una especie de “agujero negro” cuyo “horizonte de sucesos” no es posible
conocer desde la educación oficial formal.
Todo ese menú de violencia, corrupción y cinismo que, como pan
de cada día, la población consume a través de los medios de comunicación,
constituyen un eficaz dispositivo para la esquizo cognición que des-educa a
nuestros jóvenes, incapacitándolos para entender su realidad y responder
a sus retos, conduciéndolos a perversos desvíos. La contaminación
material de aires, aguas y suelos no se puede enfrentar con eficacia porque la
contaminación psíquica ambiental anula toda capacidad de reflexión y
respuesta.
Un persistente lavado de cerebro, generación tras generación,
bajo el nombre de “evangelización” ha logrado despojarnos de
nuestra autoestima haciendo que queramos ser como ellos. Los valores y modelos
de vida que nos han impuesto nos tienen sumidos en la corrupción y violencia.
La extirpación de idolatrías continua hasta hoy con nuevos nombres. Hoy se
llama “crecimiento económico” mediante la competitividad, el lucro y la
ganancia.
En
la sexta edición de Tarpuy proponíamos mirar el “desborde popular” como “un proceso de aprendizaje para la Autonomía
y Autodeterminación” si nos apoyábamos en las tradiciones milenarias de
reciprocidad y cooperación, distintas del individualismo competitivo de la
modernidad colonial. Aquí reside la oportunidad que necesitamos forjar.
En el mundo de hoy, los modelos y valores impuestos
por la modernidad colonial en su fase neo-liberal, empiezan a ser cuestionados:
La “competitividad” solo produce mayor desigualdad. El progreso tecnológico
acarrea mayor desempleo, destrucción medioambiental y la posibilidad de un
transhumanismo que nos aniquile por completo. La autoridad del Estado solo se
ejerce contra los reclamos y protestas de la gente, siendo ineficaces para
combatir la delincuencia, especialmente la de más alto nivel. En nuestro
continente, una cosa es cierta: La economía criminal ha alcanzado una
preponderancia tal, que amenaza la existencia de los Estados-Nación. México y
Colombia son un ejemplo de ello. Y en el Perú, es bueno recordar la triste
frase del expresidente ppK: “Un poquito
de contrabando no le hace daño a nadie”, que puede entenderse como “la economía criminal proporciona la liquidez
que necesita el mercado”.
Nos encontramos ante un callejón sin salida, rodeados de incertidumbre y precariedad, donde lo informal e ilegal ofrecen las oportunidades que la formalidad ya es incapaz de brindar.
Necesitamos reparar el daño provocado por 500 años de guerra psíquica por el control de nuestras mentes y conductas a través de la llamada "evangelización". Necesitamos recuperar nuestra Memoria Histórica para volver a ser lo que realmente somos.
En la tercera edición de Tarpuy señalábamos la necesidad de acometer un trabajo educativo de largo aliento, por fuera, lejos y divergente de la educación oficial formal, a través de lo que denominamos ESCUELAS PARA LA VIDA, con cuatro grandes líneas de trabajo que se hacen necesarias y son posibles:
Nos encontramos ante un callejón sin salida, rodeados de incertidumbre y precariedad, donde lo informal e ilegal ofrecen las oportunidades que la formalidad ya es incapaz de brindar.
Necesitamos reparar el daño provocado por 500 años de guerra psíquica por el control de nuestras mentes y conductas a través de la llamada "evangelización". Necesitamos recuperar nuestra Memoria Histórica para volver a ser lo que realmente somos.
En la tercera edición de Tarpuy señalábamos la necesidad de acometer un trabajo educativo de largo aliento, por fuera, lejos y divergente de la educación oficial formal, a través de lo que denominamos ESCUELAS PARA LA VIDA, con cuatro grandes líneas de trabajo que se hacen necesarias y son posibles:
1.
Recuperación de la
Memoria Histórica para tener claridad de un
horizonte al cual mirar.
2.
Impulsar la reconciliación con la naturaleza, para contribuir
cada uno de nosotros en el lugar en que nos encontremos, a mitigar los efectos
del cambio climático.
3.
Promover la reorganización de la gestión de la vida cotidiana,
porque los grandes cambios no van a venir desde arriba –Estado, partidos políticos o caudillos- sino que
tenemos que impulsarlo desde abajo, nosotros mismos.
4.
Sentar las bases para la Auto-producción de nuestras condiciones
de existencia, porque el empleo productivo y el salariado ya no son posibles en las condiciones actuales y el riesgo de caer en las redes de trabajo para las economías criminales, está siempre al acecho.
Necesitamos entender, aprender y proponer. Es hora
pues, de levantarnos y caminar.
Lima, noviembre del 2019
Calixto Garmendia
El lago Chinchaycocha está situado en la Pampa de Junín o Meseta de Bombón, en la región Junín. Por su extensión (abarca 53 mil hectáreas) es el segundo lago más grande del Perú y por su altitud (4 100 m.s.n.m.) es considerado el más alto del mundo. Pese a estas características que motivarían a su conservación, este espejo de agua está muriendo debido a relaves mineros que contaminan sus aguas con plomo, zinc y cobre.
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